¿Quienes Somos?




La verdadera esencia de nuestra comunidad es escuchar el pálpito de cada corazón, profesar ese hermoso sentimiento de amor y confianza en Dios y en las demás personas. Por eso, ante todo, somos una institución enamorada de la vida y de la esperanza. Llevamos el pecho en altivez por el honor de ser hijos de Dios y de saber amarnos los unos a los otros. Desde ya sembramos jardines de paz y compromiso en nuestra sociedad, tenemos la voz dispuesta a profetizar el respeto y la gratitud, llevamos las manos extendidas para sostener con bases éticas y morales cualquier problema, que por más difícil que parezca, tiene solución.
Nuestro espíritu solidario siempre camina por los senderos donde es posible lograr los sueños. Desde allí, educamos para que los soñadores comprendan que si continúan mirando hacia el cielo, seguramente pronto terminarán por tener alas. Alas para que la imaginación sea libre y vuele, para que los buenos sentimientos se eleven por todas las alturas del infinito, sean fuertes e imperecederos. ¿Acaso existe un ser humano que observe el naranja-atardecer del cielo y no sueñe? Por esencia el alma del ser humano prefiere la paz a la guerra. ¿Podría alguien ignorar que una lágrima es una caricia del alma? ¿Que el alma es el lugar más tranquilo que posee la humanidad? En nuestra alma ya han sido dibujados los rostros de cada uno de los miembros de nuestra comunidad, algunos más silentes que otros, otros más tiernos, y unos pocos más serios, pero todos semejantes al deseo de Dios.








Y esa es nuestra alma, la que nos fortalece, la que nos encamina con paso firme, recto y sobre todo, la que nos hace una comunidad amparada por el amor de Dios. Somos, desde este punto de vista, dedos para construir el mundo, ojos para contemplar cada cosa con asombro y respeto, olfato para percibir el aroma de la rosa y el aliento del amado, abrazo para sostener al amigo, piel para estremecerse por el beso de la madre, mente para comprender lo que se muestra diáfano u opaco en el devenir humano y finalmente, corazón para saltar, educar, aprender, reír, y amar a Dios por sobre todo lo que nos rodea.
Fundación de las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen
Al poco tiempo de estar Poussepin en Sainville se le unen un reducido número de jóvenes, que no disponían de medios de subsistencia, ella las ayuda enseñándoles a convivir cristianamente con los más respetados principios y a hacer de su vida un servicio para aquel que lo necesite, como hizo Jesucristo al morir en la cruz. Nace así la primera comunidad de Hermanas Dominicas, dedicadas al servicio de la caridad. Deciden que la Virgen María de la Presentación sea su patrona.
A partir del mismo año 1696, Marie Poussepin inició las gestiones legales necesarias para lograr la aprobación oficial de la Congregación. Los trámites son largos y la Congregación parece un sueño muy lejano, pero finalmente se obtuvo en 1724.
Las constituciones de la Congregación, que ya ha comenzado a expandirse por distintas diócesis francesas, son autorizadas en 1738 por el obispo de Chartres. Este hecho significa el reconocimiento oficial de la congregación por parte de la Iglesia.
En su último testamento, Marie Poussepin, recomendó a las Hermanas tener un vivo celo por la instrucción de la juventud, el cuidado de los pobres enfermos, el espíritu de pobreza, el amor al trabajo.
Marie Poussepin falleció en el convento de Sainville, el primero que se construyó el 24 de enero de 1744.